Como se declara en la página Acerca de de este blog, las palabras aquí vertidas son siempre una tentativa personal proyectada hacia el futuro. Cuando este blog nació, en 2017, mi proyección consistía, más que en coordenadas reales que conjuraran un plan de trabajo, en una serie de voluntades mal dispuestas.
La memoria del internet lo puede probar: en ese año sólo se publicó la entrada «Hoja de guarda». La escribió una persona con la que entonces hablaba, Niharbi. Creímos llevarnos bien. Mi inmadurez y la falta de un plan de acción concreto tiraron todo abajo, y dejamos de hablar. Quizá él lo recuerde diferente. En ese agosto de 2017, escribió lo siguiente:
Para que un cuaderno sea considerado tal creo que no es absolutamente necesaria la presencia de hojas, sino de potencia para plasmar contenido en ellas.
Niharbi
El blog permaneció vacío, haciendo alusión irónica a su nombre: un cuaderno sin hojas. En efecto, potencia no había demasiada. No sabía cómo escribir ni de qué escribir. En 2018 sólo publiqué, ya en solitario, una «Invitación de lectura» a la poesía de Juana de Ibarbourou, poeta que me obsesionaba.
Aunque antes de empezar a escribir, uno siempre debe dejar una hoja de guarda, para que el primer texto no se maltrate y permita dar apertura a las letras.
Niharbi
Quiero pensar que ese vacío gigantesco que se abrió desde 2018 hasta 2020 funcionó como hoja de guarda para mis pasiones y habilidades. Dos mil veinte —año convulso para todos conocido— fue, paradójicamente, el ambiente propicio para animarme a escribir de nuevo. Había entrado a la universidad. Conocí a mucha más gente.
Ahora, desde este lado del presente, al interior de las hojas del cuaderno, puedo decir que estoy muy orgulloso de haber retomado este proyecto y no haberlo dejado morir como un dominio más de la pléyade de blogs abandonados de la web.
Nuevos derroteros
Aunque la actividad del blog resurgió en 2020, todavía dentro de WordPress, los problemas de consolidación no cesaron. Así, como solución a la sequía de entradas, otros personas se sumaron al equipo en 2021, haciendo del blog una flecha a medio tiro entre dos polos inexistentes. No era un sitio personal, pero tampoco era multitudinario.
Fue entonces que uno de mis amigos me regaló Intimidades: Los géneros autobiográficos y la literatura (2012), una compilación de ensayos acerca de lo autobiográfico en distintos autores del canon mexicano. De uno de los artículos del libro se desprende la cita desde la que se replanteó la filosofía del blog:
La página en blanco del cuaderno es la inminencia de la escritura inagotable.
Norma Angélica Cuevas Velasco, «Yo, Salvador Elizondo: entre el cuaderno y el diario»
Nunca había pensado en la vida propia como materia de creación literaria. Suena a obviedad, y por ello mismo a veces se la reduce a contar las vivencias nimias del día a día; pero es todo un ejercicio de creación y recreación del individuo. Leer una formulación así, con tantas facetas en algo que nos parece unitario (nuestra identidad), me animó a volver al blog con ahínco definitivo.
Eventualmente, el blog entró en una etapa de mudanzas que juraban su apariencia de hogar sólido. Primero dejó Wordpress y, luego de una corta estancia, también Blogger, el servicio moribundo de Google.
La herramienta para la solidez fue el conocimiento de html que fui adquiriendo con los años. Otras lecturas no menos interesantes acerca de la web tuvieron que reunirse en mi mente para conjurar una nueva perspectiva del blog, mi jardín en la red: uno completamente personal, autogestionado y cuya estructura fuera rentable a través de los años y de las tecnologías. Si, como quiere Deleuze, se escribe siempre para dar vida, para liberar la vida allí donde esté presa, para trazar líneas de fuga
, no creo que haya mejor lugar para el trazo múltiple que la web alejada del monopolio moderno de las redes sociales.