Hoy vengo a inaugurar una nueva serie para el blog. Pensando en cuánto actualizo la bitácora y qué tan poco los artículos, ideé hacer una entrada semanal. En realidad, con semanal quiero indicar su rango: mi devenir circular de lunes a domingo; pero prometo cierta regularidad.


Cada vez se hace más insoportable tener que invertir la suma —resta, no mintamos— de tres horas de mi día en transporte público para ir al trabajo y volver a casa de él. Mientras cabeceo en un asiento trasero, puedo sentir cómo la luz de la tarde mengua ferozmente.


El clima de marzo ya anuncia una incipiente primavera. Incipiente porque en el semidesierto todas las estaciones son así: en nada se parecen a la imagen colectiva septentrional. Pensé de nuevo en «El nahual» de Othón; en si el sol ya sería tan mortífero en aquellos días y quizá por eso escribió «estiletes de lumbre» para hablar de la tremenda radiación solar potosina. Espero que tuviera una buena sombrilla.


Me perdí el Mental Health Monday de Beomhan. ☠️


Me acuerdo de un poema de Vitale: «Un día, un laberinto». (Y buscando descubro otro del que luego hablaré.)


Hay tantos cambios que [me] suceden, aunque sean sólo en mi mente. Mi blog no puede dar cuenta de eso, pero me gustaría que se le pareciera. Como yo, idéntico a sí mismo pese a las transformaciones.


El miércoles vi a Francisco. Tiene un par nuevo de lentes, aunque casi ni se los ponga. Espero le publiquen su cuento, me gustó mucho.


Mi imaginación está más dada al temor que a la esperanza, pero las cosas siguen saliendo bien. Recibí un correo de la comisión académica de la maestría a la que aspiro. Pasé a la siguiente etapa. Entrevista un día, examen el otro. Necesitaré una wébcam.


Salir o no salir. Esa es la cuestión. Me debo a mi mismo gastarme aunque sea uno de los rollos que compré. Blanco y negro o a color, Ilford o Kodak. Lo que sea, pero tengo que salir a hacer fotos con la analógica.


Ramen el viernes por la noche. Fresquito nocturno. Muchas ideas, muchas ideas. Panceta de cerdo.


Cada tanto me acuerdo de usar el Walkman viejísimo que compré en un tianguis hace cinco años. Casi no ve la luz porque los botones responden raquíticamente y porque el volumen mínimo me lastima. Pero cuánta dicha da sacar los discos. Hace calor y deliro místicamente: ¿por qué se oye mejor que mi iphone?


Mira, mamá, salí [saldré] en Radio Universidad.


Se lucieron con el concierto por el tercer aniversario del lanzamiento de Omori. Gran, gran arreglo.


Adiós, Tumblr.


I know, you know, we know, Lee Know.